La obra cumbre de la fantasía épica. Los Anillos de Poder fueron forjados en antiguos tiempos por los herreros Elfos, y Sauron, el Señor Oscuro, forjó el Anillo Único. Pero en una ocasión se lo quitaron, y aunque lo buscó por toda la Tierra Media nunca pudo encontrarlo. Al cabo de muchos años fue a caer casualmente en manos del hobbit Bilbo Bolsón. Sauron llegó a reunir todos los Grandes Anillos, pero continuaba buscando el Anillo Único que completaría el dominio de Mordor. Bilbo desapareció durante la celebración de su centesimodecimoprimer cumpleaños, y dejó a Frodo a cargo del Anillo, y con una peligrosa misión por delante: atravesar la Tierra Media, internarse en las sombras del País Oscuro y destruir el Anillo arrojándolo en las Grietas del Destino.
Si todos los personajes de El Señor de los anillos son de una riqueza extraordinaria, el mago Gandalf es todo un prototipo de consejero, tan común en los libros de iniciación. Así, cuando Frodo le indica que Gollum merece la muerte, Gandalf le replica: «La merece, sin duda. Muchos de los que viven merecen morir y algunos de los que mueren merecen la vida. ¿Puedes devolver la vida? Entonces no te apresures a dispensar la muerte, pues ni el más sabio conoce el fin de todos los caminos». En otra ocasión, Gandalf advertirá a Pippin: «Una mano quemada es el mejor maestro. Luego, cualquier advertencia sobre el fuego llega derecha al corazón».
Pero no es sólo Gandalf quien aconseja con acierto: cuando la Compañía está a punto de partir, Elrond, rey de los Elfos, les da las últimas instrucciones:
«—Cuanto más lejos lleguéis, menos fácil os será retroceder, pero ningún lazo ni juramento os obliga a ir más allá de vuestros propios corazones, y no podéis prever lo que cada uno encontrará en el camino.
—Desleal es aquél que se despide cuando el camino se oscurece —dijo Gimli.
—Quizá —dijo Elrond— pero no jure que caminará en las tinieblas quien no ha visto la caída de la noche.
—Sin embargo, un juramento puede dar fuerzas a un corazón desfalleciente.
—O destruirlo —dijo Elrond—. ¡No miréis demasiado adelante!».
A punto de terminar sus aventuras, un sentencioso Frodo reconocerá que «no hay un verdadero regreso. Aunque vuelva a la Comarca, no me parecerá la misma, porque yo no soy el mismo».
Pero no es sólo Gandalf quien aconseja con acierto: cuando la Compañía está a punto de partir, Elrond, rey de los Elfos, les da las últimas instrucciones:
«—Cuanto más lejos lleguéis, menos fácil os será retroceder, pero ningún lazo ni juramento os obliga a ir más allá de vuestros propios corazones, y no podéis prever lo que cada uno encontrará en el camino.
—Desleal es aquél que se despide cuando el camino se oscurece —dijo Gimli.
—Quizá —dijo Elrond— pero no jure que caminará en las tinieblas quien no ha visto la caída de la noche.
—Sin embargo, un juramento puede dar fuerzas a un corazón desfalleciente.
—O destruirlo —dijo Elrond—. ¡No miréis demasiado adelante!».
A punto de terminar sus aventuras, un sentencioso Frodo reconocerá que «no hay un verdadero regreso. Aunque vuelva a la Comarca, no me parecerá la misma, porque yo no soy el mismo».
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