lunes, 3 de septiembre de 2018

La Aventura Equinocial de Lope de Aguirre


Tremenda. Esta fue la palabra que vino a mi cabeza en cuanto terminé "La Aventura Equinocial de Lope de Aguirre". Pensaba en la Historia con mayúscula que el gran Ramón J. Sender elaboró, con, claro está, una gran documentación detrás.
Nos trasladamos a los años de conquistas, y sobre todo rapiña y asesinatos que los españoles cometieron en su avance por el continente americano, varios siglos después de su primer desembarco. Ya se había conquistado el Perú, y de hecho andaban las cosas muy revueltas por allí… Lope de Aguirre había participado en aquella primera conquista y ahora buscaba un lugar propio en otro punto del continente, pero siempre pensando en volver al Perú y reclamar lo que creía le correspondía. Gloria y honor.
Lope de Aguirre se va dibujando poco a poco, en un relato plagado de magníficas descripciones de la selva y de las vivencias de aquellos hombres que iban buscando el sueño del oro.
Me resisto a creer que sólo eso les impulsaba, y de hecho son frecuentes las llamadas a pensar que no, que había mucho más. La sensación de “trabajar” para el Imperio, de alcanzar la Gloria, el Poder, un Nombre en la historia. Pero… muchos de aquéllos soldados ¿realmente creían que iban a alcanzar el Poder? ¿o sencillamente escapaban de un mundo deprimido, de una existencia rutinaria y además pobre, realmente pobre, en los campos manchegos, extremeños, e incluso las montañas de las vascas?
Alicia Ortego

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