BENITO PÉREZ GALDÓS (1843 –1920) es, sin duda, el novelista por excelencia del realismo español. Joaquín Casalduero contribuyó a resaltar las características más prominentes de su obra: su liberalismo, su sentido de la justicia y su repulsa por la vida política española vacía y retórica. Galdós fue un escritor prolífico: conocemos 32 novelas, 46 episodios nacionales, 24 obras de teatro, así como infinidad de prólogos, artículos, cuentos y crítica literaria diseminados en periódicos y revistas. Su mirada siempre alerta logró captar las mutaciones de la historia colectiva y personal, centrándose, particularmente en la vida madrileña, aunque en las primeras novelas el espacio narrativo oscila entre Madrid y provincias. Se preocupa en particular por los grandes problemas surgidos a partir de la Gloriosa: las libertades individuales, el cultivo del hombre, la educación, la libertad de cultos, el anticlericalismo y el progreso. En algunas de sus obras toma decididamente la defensa del krausismo, consciente del impulso que éste dio a la estancada cultura española. Los personajes de Galdós suelen ser anodinos, pero la mirada del novelista los arranca de la masa y va detallando las peculiaridades y pormenores de esos seres insignificantes que sólo por el azar o las circunstancias cobran dimensión de héroes.
Anteriormente he contado a ustedes las hazañas de los ejércitos, las luchas de los políticos, la heroica conducta del pueblo dentro de las ciudades; pero esto, con ser tanto, tan vario y no poco interesante, aunque referido por mí, no basta al conocimiento de la gran guerra.Ahora voy a hablar de las guerrillas, que son la verdadera guerra nacional; del levantamiento del pueblo en los campos, de aquellos ejércitos espontáneos, nacidos en la tierra como la hierba nativa, cuya misteriosa simiente no arrojaron las manos del hombre; voy a hablar de aquella organización militar hecha por milagroso instinto a espaldas del Estado, de aquella anarquía reglamentada, que reproducía los tiempos primitivos.