jueves, 21 de noviembre de 2019

Kafka y la muñeca viajera

público: jóvenes y adolescentes

Un año antes de su muerte, Franz Kafka vivió una experiencia muy insólita. Paseando por el parque Steglitz, en Berlín, encontró a una niña llorando desconsolada: había perdido su muñeca. Para calmar a la pequeña, el autor de La metamorfosis se inventó una peculiar historia: la muñeca no se había perdido, se había ido de viaje, y él, convertido en cartero de muñecas, tenía una carta que le llevaría al día siguiente al parque. Aquella noche Franz escribió la primera de las muchas cartas que, durante tres semanas, entregó a la niña puntualmente, narrando las peripecias de la extraordinaria muñeca desde todos los rincones del mundo. Según cuenta Dora Dymant, su compañera en aquellos días, el estado febril con el que Kafka escribía esas cartas era comparable al de cualquiera de sus inmortales obras. Éste es el relato de aquella experiencia, en la que Franz Kafka fue un mago de la palabra para una niña desconocida de la que jamás volvió a saberse nada, como tampoco de aquellas cartas que constituyen uno de los misterios más hermosos de la narrativa del siglo XX.

domingo, 10 de noviembre de 2019

Las confesiones de un pequeño filósofo


Este es un bello libro de recuerdos en el que Antonio Azorín nos da a conocer la formación que, durante su niñez y adolescencia, fue recibiendo, recogiendo no todo lo que pasó sino tan sólo fragmentos. Exquisita lectura.

Con esta obra Azorín cierra la trilogía autobiográfica que inició con "La voluntad", cuyo protagonista presenta el tema de la formación del intelectual y de su lucha contra el medio, así como el conflicto entre acción y contemplación. En ella, la atención se desplaza desde lo argumental anecdótico hacia los niveles interiores de la emoción.

La trilogía se completa con "Antonio Azorín. Pequeño libro en que se habla de la vida de este peregrino señor", libro publicado en año antes del que ahora recomendamos. 

miércoles, 6 de noviembre de 2019

La leyenda del Santo Bebedor

La leyenda del Santo Bebedor, fue publicada por primera vez en 1939, pocos meses después de la muerte de Joseph Roth, exiliado en París, y puede ser considerada, por muchos motivos, su testamento, la parábola transparente y misteriosa que encierra la cifra de su autor, hoy redescubierto como uno de los más extraordinarios narradores del siglo.
El clochard Andreas Kartak, originario como Roth de las provincias orientales del Imperio austrohúngaro, encuentra una noche, bajo los puentes del Sena, un enigmático desconocido que le ofrece doscientos francos. El clochard, que tiene un puntilloso sentido del honor, en principio no quiere aceptarlos, porque sabe que nunca podrá devolverlos. El desconocido le sugiere restituirlos, cuando pueda, a la santa Teresita de Lisieux de la iglesia de Sainte Marie des Batignolles. Desde este momento, la vida del clochard es un continuo acercarse y perderse en el camino hacia la iglesia, para cumplir su imposible compromiso.
Es como si el clochard deseara una sola cosa en su vida –devolver aquel dinero– y, al mismo tiempo, no esperase sino ser desviado por innumerables absentas, por mujeres casualmente encontradas, por viejos amigos que reaparecen como comparsas fantasmales. Toda la desgarrada dispersión de la vida de Roth –y en especial de los últimos años, cuando, también en París, encontraba una suprema, última lucidez en el alcohol– se transparenta en esta imagen de un hombre ya tranquilamente ajeno a cualquier sociedad, visitado por jirones de recuerdos, generosamente disponible respecto a todo lo que le sale al paso– y, en secreto, fiel a un único y aparentemente inútil voto.